Muerta en vida, su cuerpo vagaba por las calles como las almas desterradas al purgatorio, esperan que el juicio divino, les depare un mejor destino. Toda su fuerza, todos sus sueños, todos sus logros se desvanecían ante su mirada.
Permaneció allí inmóvil, como espectadora de su propia vida, compadeciéndose de aquel dolor inmenso que sentía en sus adentros.
La ansiedad la enloquecía, al comprobar aterrorizada que había perdido su refugio; aquel refugio en donde se escondía para defenderse de lo imprevisible de este mundo. Abatida comprendía, que su fortaleza no era más que un escudo de papel, escondiendo su débil corazón ahora roto.
Desconociendo hasta a su sombra, miraba atrás y solo reconocía la oscuridad. Su pasado, su presente y su futuro se habían borrado. Aquel ángel que la iluminaba, había arrasado con todo a su marcha. No recordaba si había existido algo antes de él, ni podía imaginar ese futuro en soledad.
El ardiente amanecer, se había tornado en una tempestuosa noche .
Aquella historia yacía ahora bajos sus pies, enterrado en la tumba que la esperaba. El crepúsculo de la cripta, que; cada noche la perseguía veloz, trataba ahora de engullirla.
Pérdida entre sus pocos recuerdos, a su mente retornaba el rostro de aquel ángel celestial.
Ahora volvía la vista a las alturas; y se reconocía en un hondo pozo del que no lograba salir. Ahora daba un paso al frente y se frenaba ante un infinito abismo, del que no veía final. Ahora cerraba los ojos y recordaba un nombre.
Su mente borraba uno a uno, todos aquellos momentos felices, que en su subconsciente, la hundían un poquito más en ese pozo; como una defensa natural ante un mayor dolor.
Lágrimas amargas recorrían su rostro, hilillos nacarados que enrojecían su piel tersa. Un llanto infinito que la mantenía viva. Entre sus tinieblas, aquel hondo penar, le recordaba que aún sobrevivía. Solo sentía dolor, pero... todavía sentía.
De repente, una ráfaga de viento tornó aquel escenario, en una enorme habitación. La claridad que iluminaba la estancia, entraba a través de una ventana, y como s de un rollo de película se tratase, veloces recuerdos, le devolvían una tenue sonrisa. Breve instante feliz.
Ahora volvía la vista arriba, y una pequeña luz vislumbraba una mano, que la incitaba a salir de aquel pozo. Ahora daba un paso al frente, al tiempo que admiraba como aquel abismo, se tornaba en un bello paisaje primaveral. Ahora miraba a su alrededor y, todavía sentía sobre sus piernas, la pesada losa que le impedía movimiento alguno.
Estalló la tormenta y, una lluvia ácida cayó sin ni siquiera rozarla.
Meditanto en silencio, era como si el nuevo haz de luz que la señalaba ahora, le sirviese de escudo protector.
1 comentario:
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Un saludo.
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